sábado, julio 30, 2016
SIlencio
El silencio era ensordecedor y yo seguía sintiendo que la casa se me caía encima. Poco a poco dejé de salir de la casa así que eran los vecinos, ahora, los que me venían a visitar. Doña Nacha no podía con el silencio, se le notaba incómoda aunque estuviera sentada en mi sillón favorito. Un día me trajo unos pájaros y me dijo: "Para que no se sienta tan sola Doña Eva".
viernes, julio 29, 2016
San Martín
Tuvimos que velarla ahí. Sin una sola veladora, sin una flor ¿pues de dónde sacábamos?
Una señora me
regaló la sábana con la que envolvímos su cuerpo y la mandó bendecir. El padre no me cobró la misa. Él no me
cobró y fue hasta la tumba a bendecirla. Cuando revisé las cosas que nos trajimos del hospital me encontré una estatuilla de San Martín de Porres, que se había venido entre su ropa.
Televisión
Pobremente
pero nunca le negué nada. Mi esposo me decía: "Oye, tu abuelita parece una niña, todo se le antoja". ¿No tienes que me des para ir a ver la televisión?
En ese entonces, la gente rentaba
espacios para ver la tele. Y en San Sebastián había una tienda donde los dejaban ir a ver
la tele por unos pesos. "Tome para sus cigarros y su refresco". Fumaba Faritos.
miércoles, julio 13, 2016
Mercado
Camino tras de mí intentando alcanzarme.
Esquivo a la gente que viene en contraflujo,
Salto sobre frutas y hierbas en el piso.
Busco a la que he querido ser, madre y mujer
Y distingo mi cabeza entrecana de entre los demás.
Corro para alcanzarme y preguntarme si lo he logrado.
Las preguntas se me atropellan en la mente
La garganta se me atora y grito mi nombre en medio del mercado
Pero no me escucho. Las voces de otros ahogan mi voz.
Veo mi pasado al lado de los mangos, almacenado en huacales
Veo mi presente, fragante entre cilantro y perejil
Veo, siento, mis cicatrices reabiertas entre sandías rojas, húmedas.
Salto -ésta vez- sobre heridas pero el dolor me alcanza las piernas,
Y al mirarlas hacia abajo -como tratando de hacer algo- me pierdo.
Un señor cargando cajas me empuja y caigo.
En el piso, huelo el olor de las hierbas mezcladas,
Huelo la mugre y el sudor pegado a todas las cosas
Me mareo y me vuelvo a perder. Cierro los ojos.
Y en el aire sólo hay un sólo olor:
La mezcla de la vida doliendo y sanando.
Y río y lloro sabiendo una sola cosa: aún estoy viva.
jueves, julio 07, 2016
Felicidad
"¿Qué es el pasado si no aquello que elegimos recordar? Eligen no ocultarlo, aceptar lo que está roto, sentir el dolor y confiar en que pasará. Saben que la felicidad no esta en una cueva ni en un país, sino en el amor y la libertad para dar y recibir lo que siempre ha estado ahí."
La hija del curandero
Amy Tan
miércoles, julio 06, 2016
Dedos
Hay una asfixia en mis manos
Ellos sacan mis objetos: anillos, aretes, collares.
Yo les he dado la caja donde estaban
Ellos piden que las vuelva a usar
Pero hay una asfixia en mis manos
¡No en mis manos atrofiadas! Les digo
Úselas hoy, para salir; me insisten
No, no, no, les digo tajante sin explicar
Pero ¿cómo se explica una asfixia en las manos?
Ellos sacan mis objetos: anillos, aretes, collares.
Yo les he dado la caja donde estaban
Ellos piden que las vuelva a usar
Pero hay una asfixia en mis manos
¡No en mis manos atrofiadas! Les digo
Úselas hoy, para salir; me insisten
No, no, no, les digo tajante sin explicar
Pero ¿cómo se explica una asfixia en las manos?
lunes, julio 04, 2016
Servilletas
Y ora, ¿Qué es esto mamá?
Juan toma una servilleta del piso que ha desdoblado,
garabateada en su interior con tinta negra.Apenas ha leído el nombre de su madre en el interior y atisbado un corazón. Ha sentido un pellizco de alarma, como si le robaran a su madre, como si tuviera que compartirla.
-A ver, dice Doña Eva
tomando el papel. Juan se arrepiente de haber preguntado, por qué ya la
extiende a su mamá sin asegurarse bien que dice. No se da cuenta, pero empieza
a sudar frío, ¿y si de repente a su mamá la amara alguien más que su padre y
él?
-¡Ah!, es un recado de tu papá.
Juan sintió un alivio instantáneo. Se limpió el bozo con la
manga del uniforme y se quedó en silencio, presionando el cepillo de la escoba
contra el piso, doblándole las cerdas.
-A veces, al final de la comida, tomaba una servilleta y se agarraba
a garabatearla mientras hacíamos la sobremesa, hablábamos de pura cosa sin
importancia, que si los vecinos, que si la tienda. Luego me dejaba ahí el
recado entre los platos y cubiertos para que lo encontrara.
Se hizo un silencio y Juan no preguntó más. Se dio la media
vuelta y siguió barriendo. Doña Eva se quedó con ganas de contar más, de
contarlo todo, pero Juan ya se había ido.
viernes, julio 01, 2016
Copos
Siento los pequeños copos de nieve derretirse sobre mi piel. Cierro mis ojos y les siento posarse sobre mi cara.
Saben a limón, a nieve de chocolate y no me importa pensar que me voy a pegostear. Caen sobre mis labios de niña y entonces, abro la boca para llenarme de azúcar, no sólo la boca sino también el alma.
Al fondo escucho una bocina que anuncia los sabores de los helados y grita:
-¡Helados! ¡Helados!
Y yo sigo con los ojos cerrados y ésta vez, siento el sabor de coco... llenándome.
Siento un abrazo en la voz que anuncia los sabores y no siento frío a pesar de la nieve que me cubre las calcetas blancas.
De pronto, escucho un camión que pasa por enfrente de mi calle sin seguir su ruta, chirriando -descompuesto- y hace un ruido tan fuerte que me despierta.
El control de televisión se cae de mi regazo y sé que no voy a poder alcanzarlo hasta que alguien venga y me lo pase. La telenovela de la tarde sigue su camino.
En San Luis no nieva, y mi padre me niega otra vez un helado, cuando se lo pido.
Saben a limón, a nieve de chocolate y no me importa pensar que me voy a pegostear. Caen sobre mis labios de niña y entonces, abro la boca para llenarme de azúcar, no sólo la boca sino también el alma.
Al fondo escucho una bocina que anuncia los sabores de los helados y grita:
-¡Helados! ¡Helados!
Y yo sigo con los ojos cerrados y ésta vez, siento el sabor de coco... llenándome.
Siento un abrazo en la voz que anuncia los sabores y no siento frío a pesar de la nieve que me cubre las calcetas blancas.
De pronto, escucho un camión que pasa por enfrente de mi calle sin seguir su ruta, chirriando -descompuesto- y hace un ruido tan fuerte que me despierta.
El control de televisión se cae de mi regazo y sé que no voy a poder alcanzarlo hasta que alguien venga y me lo pase. La telenovela de la tarde sigue su camino.
En San Luis no nieva, y mi padre me niega otra vez un helado, cuando se lo pido.