jueves, abril 30, 2009

Caricia de medio día.

Un revoloteo extraño de plátano macho con crema y azúcar dibuja arabezcos en el aire. Tu estas sentado en tu computadora y tus ojos ni miran hacia dentro ni miran hacia afuera, se quedaron perdidos en un punto intermedio donde los recuerdos se estallan en burbujas de jabón y se escurren en gotas que -a la luz- dibujan arcoiris jabonosos. En el aire hay una mezcla extraña impregnada de ese olor de plátano renegrido y dulce que sabe a Colombia y que se mezcla con los colores de otros tiempos que se recuerdan tristes en los sueños que no nos dejan dormir. Sigues frente a la computadora con esa mirada perdida que camina por las calles de un país nunca transitado para tus pies, y que se debaten entre los recuerdos y los pasos dados en una nueva ciudad. Lees las letras de crema y azúcar que espolvoreo sobre los plátanos fritos, detienes el tiempo y ves como cada grano cae de mis manos para recostarse suavemente en la crema y endulzar su blancura.... contienes el agua que nace en tu boca y te pierdes de nuevo, pero ésta vez pensando en la sensación del azúcar que se derrite de apoco y acaricia con su dulzura la espalda de los plátanos... ya no te importa seguir caminando por esa nueva vereda y tus ojos tocan todo lo nuevo que ves y lo haces tuyo dándole un nuevo espacio dentro de tus recuerdos... Cuando dejas ese atisbo que te conectó entre azúcar y crema, entre colinas renegridas y miel, te vuelves a la realidad, pero hay algo diferente, te vuelves con el dejo dulce en la boca y con el prisma de colores permanente llenando tu vista.
Para Carlos.
Deja que te caiga
azúcar
espolvoreada
y camina por
una vereda nueva.

martes, abril 14, 2009

La historia de la Cyrena antes del espejo (fragmento)

Tenía miedo de tocar el mar por que su solo olor hacía temblar todo su cuerpo cuando llenaba sus pulmones. Lo había percibido desde la carretera, pero ahora que se encontraba frente a su inmensidad y que sus ojos ya no veían nada más allá, el olor la envolvía.

Sabía que tenía que acercarse a las olas para poderles preguntar si pertenecía a esas corrientes. Lo sabía muy bien, pero tenía miedo.

Tal vez era miedo de lo que iba a escuchar de la olas, tal vez era miedo de lo que podía pasarle a su cuerpo si tocara las aguas indicadas. La sal probablemente convirtiera su piel en escamas y perfumara sus comisuras con olor a algas.

Aún así decidió quitarse lentamente su vestido siempre negro. Sus cabellos deshicieron su nudo cuando el vestido terminó por alborotarlos y salieron revoloteando hacia el viento. Ondearon secos y libres sin el peso del agua. Su piel morena contrastaba contra el cielo casi blanco del amanecer y recibió en un escalofrío la brisa marina de las primeras horas del alba.

Cyrenam se aproximó al agua hundiendo los dedos de sus pies en las arenas blancas, dándole a cada paso el lapso justo para apreciar la tersura de su aridez, la eternidad de las arenas en un atisbo de tiempo.

No volvió nunca en sus pasos, no volvió siquiera su mirada para ver al viento rodar su vestido en contraste con las arenas. Caminó derecha con su cabello haciéndole cosquillas en la espalda, ahora en la mejilla. Sintió cómo se iba fugaz el momento en el que decidió ser una con el Atlántico y como de un momento a otro la corriente iba a traerle las primeras gotas de agua sobre sus pies. Las primeras olas la reconocieron, pero no como suya y sin embargo le entregaron la caricia helada del mar del norte, le lamieron las comisuras de los dedos de los pies y ella les respondió con una suave sonrisa viéndoles directamente mientras se evaporaban en espuma.

No dejó de caminar aún cuando tenía ya parcialmente su respuesta. Sentía un dolor y una caricia en las aguas que iban subiendo por su cuerpo hasta llegar, primero, a sus rodillas donde las olas decidieron esconderse detrás; luego hasta su cintura donde la espuma se rompió en su ombligo. El agua cubrió sus pechos y ella no dejó de suspirar por el frío que ya abarcaba todo su cuerpo. Cyrenam decidió quitarle la libertad a sus cabellos mojándolos con el agua salada. Se sumergió y empezó a escuchar entonces más claramente el arrullo de las olas dentro del mar. Pensó entonces en hacer su pregunta, pero el frío se lo impidió saliendo a la superficie para tomar un poco más de aire. Las bocanadas llenaron otra vez sus pulmones de un aire nuevo, marino y sus manos acomodaron su cabello de lado descubriendo sus oídos para volver escuchar al mar.

Disfrutó por un momento el vaivén de las olas a las que tanto miedo tenía de sumergirse y se llenó la vista con las estrellas que el sol le regalaba en las gotas de sus pestañas, sonrió para el mar y sonrío para si y, tomando una bocanada grande de aire, se sumergió para hacer sus preguntas.

lunes, abril 13, 2009

l La sirena se salió y se fue a conocer el mar Altlántico.
El már frío le congeló las extremidades y empezó a sentir un hormigueo en los pies.
***
Cuando regresó a casa tenía un extraño brillo en los ojos.
Las olas le habían susurrado lo que quería saber:
No era del Atlántico de donde venía,
tal vez las olas del sur se lo podrían decir.

jueves, abril 09, 2009

Hastío

Estoy buscando algo qué leer o algo con que distraerme y no encuentro nada. Tal vez sea por que no busco bien, tal vez por que hay mucho ruido en mi interior que no logro ni controlar los acordes que se mueven en mi mente. Por un lado escucho una bachata moderna: Ahora, que por fin nos encontramos cuerpo a cuerpo, después de tanto esperar este momento...." por otro lado suenan los goo goo dolls..... un poco más adentro el ruido de mis quijadas mascando chicle... Suenan miles de pensamientos atropellándose en las carreteras de mi mente, sin saber cuál es el carril de alta o qué significa ese letrero rojo con letras blancas que en Estados Unidos siempre me paso sin detener; suenan mis miedos ante la incertidumbre en mi trabajo, en los rincones escondidos suenean las conspiraciones, la CIA, el debate de la pertenencia del petróleo y 9/11; suenan las pasiones no subsanadas, las palabras cargadas de sexo susurradas al oído, otra vez mi chicle de melón en la boca + el recuerdo de que el melón me hace daño... Tal vez no debiese escribir esto y escribir, por el contrario, algo agradable qué leer, pero -perdón- estoy hasta la madre de cacofonías, de sintaxis, de pinches reglas que no más nos hacen más inútiles. No es que sea tormentoso este momento ni que no este feliz... es simple hastío... estoy hasta la madre, harta la madre, harta de a madres, harta hasta la chingada....
FIN

viernes, abril 03, 2009

hUeLO a Ti

A ese hálito al que hueles entre tu baño 1 y 3 del día.

Lo tengo aquí,

Fíjo en mis nudillos como los hubiera estado frotando contra tu pecho.

Huele al lugar que recorro cuando empiezo a besarte sin tu permiso.

Cuando me cuelo entre tu cuello y las comisuras de tu ropa contra tu piel

Huele a mi ropa sobre la tuya,

A balanceo de pesos, a ansias acumuladas dibujando arabezcos en el aire.

Huelo a ti mientras el rededor es indiferente

Cuando nos hemos dejado atrás y mis nudillos no han frotado ya tu pecho,

Cuando mi ropa no ha rozado sobre la tuya y yo me encuentro lejos,

Dibujando sola, arabezcos en el aire.

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