San Martín
Tuvimos que velarla ahí. Sin una sola veladora, sin una flor ¿pues de dónde sacábamos?
Una señora me
regaló la sábana con la que envolvímos su cuerpo y la mandó bendecir. El padre no me cobró la misa. Él no me
cobró y fue hasta la tumba a bendecirla. Cuando revisé las cosas que nos trajimos del hospital me encontré una estatuilla de San Martín de Porres, que se había venido entre su ropa.
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