SIlencio
El silencio era ensordecedor y yo seguía sintiendo que la casa se me caía encima. Poco a poco dejé de salir de la casa así que eran los vecinos, ahora, los que me venían a visitar. Doña Nacha no podía con el silencio, se le notaba incómoda aunque estuviera sentada en mi sillón favorito. Un día me trajo unos pájaros y me dijo: "Para que no se sienta tan sola Doña Eva".
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