jueves, enero 26, 2012

Pared


El corazón late demasiado rápido, lo siento palpitar en las cienes, en la boca, los ojos también palpitan...
Detengo mi brazo sobre la pared y tomo aire... respiro lento, pero el corazón sigue galopando dentro del pecho. Decido entonces mejor sentarme. Siento un leve temblor en mis piernas y veo que el roce de las Hawaianas me ha lacerado entre los dedos. Estoy ya sentado, pero el pecho sigue subiendo y bajando rápidamente, y aprovecho éste concentrarme en mi cuerpo para olvidar que he estado corriendo por mucho tiempo, huyendo, sintiendo pasos detrás mío aproximándose.. aumentando la velocidad hasta dejar de oirlos y no diferenciar si los ecos son sólo en mi cabeza o bien, siguen detrás mío...
Ahora sólo siento mis piernas relajarse, el peso de mi cuerpo reposar sobre la acera, siento la humedad de mi cuerpo mezclarse con la de la sal de ésta pared de Ipanema... sintiéndo cómo mi respiración se hace parsimoniosa y casi inaudible. La adrenalina baja y mi visión aumenta y aunque hoy es un día nublado, los colores en mi espalda me recuerdan que, a partir de ahora -a donde vaya- no faltará la luz.

martes, enero 17, 2012

1253

Abro la puerta del cuarto. Ésta vez es un doceavo piso, habitación 1253. Sin más empiezo a dejar en el piso todo lo que tengo: laptop, blusa y me saco los zapatos aventándolos, remuevo mi falda con furia y voy dejando un rastro de ropa hasta llegar a la ventana, la abro y las patrullas me hacen recordar que estoy en Sao Paulo... han sonado sin cesar todos los días y las noticias anuncian decomisos de narcóticos y capturas, violencia que se pinta de rojo y que rememora el lugar de donde vengo. Con éstos últimos pensamientos me despojo de lo que ha quedado y me quedo en bragas, esas con el detalle de encaje en la cadera que dejan ver mi piel por debajo del entramado de la tela. Camino un poco, sin el resguardo del sostén y siento la gravedad tomándome los senos, acariciándoles después de un día de trabajo y de estruje. Me acuesto en la cama y dejo que la gravedad termine por acomodar todo lo demás de mi cuerpo, mi cabello yace revuelto sobre la almohada. No quiero que se lleve mis pensamientos, los cuartos de hotel les agregan un dejo erótico y les permito entonces que sus cosquillas me acaricien la piel, que su humedad lenguetee en mi entrepierna, que se me metan dentro y me lleven lejos, ¿o será aquí mismo? a ésta cama que hoy se cubre de verde, a éstas sábanas blancas que antes han sido rojas y vuelto a ser blancas de nuevo. Me pierdo en el vaivén de mi propia cadera y mis manos ansiosas de encontrarme en el ritmo de mis palavras que en português me van diciendo levar me, María, levar me...
Estabas ahí, la visión se había enriquecido, ampliado y ahora en vez de dos ojos, había dos o tal vez cuatro, o tantos como dos visiones que se han unido pueden tener.

Veía -creo- como lo hubieras visto tu. Con una sonrisa inmensa, observando las caras, con una cosquilla de calor en el cuerpo, en el pecho, en las manos que se mueven de la cerveza a la boca, de la mesa a las piernas, de las piernas a la mesa otra vez en busca de un trago que la apacigüe...

Veo a las mujeres rozándo apenas su silueta con la mirada, las huelo, las deseo y me deseo, observo a su vez las sonrisas y hablo con todos, percibo el olor de la madera de la mesa, de la cerveza derramada y siento en la piel las notas musicales que provienen del estrado, donde una banda toca samba -suavecita- y un brasileño le hace el amor a sus percusiones, tocándolos suave, acaricia sus contornos, les arranca con pasión una música que todos logramos entender, sin importar de dónde venimos.

Me siento una contigo aunque sé que estas miles de kilómetros lejos haciendo no sé que, y sé que cada vez que le tomo un trago a esta cerveza y termino de hilvanar las letras en mi mente, sigues aquí y ves lo que veo y sientes lo que siento.

Vendedor

Chuva

Y empiezo otra vez.

Estos días de verano por debajo del Ecuador se antojan más calurosos, pero son húmedos y nublados, casi fríos en las sombras donde el viento te acorrala contra la pared, detiene tu paso, lo hace lento... piensas que pronto la chuva te va a cubrir y llegarás ensopado a donde vas, por eso vas lento, como si con ello pudieras sólo susurrar tu paso y no mojarte...

La humedad te va cubriendo aunque no haya caído una sola gota. La tierra ya huele a mojada por muchas otras lluvias, a pisada por muchos otros pasos. De alguna manera ya estas mojado por dentro y también se te escurren las gotas de otras lluvias, las sientes como si hubieras tomado un vaso de agua en medio de una sed inmensa, se vuelven parte de ti, te abrazan por dentro...

Te veo, sigues caminando y sientes cómo el agua sigue su camino hacia abajo de la calle por medio de tus pies, aún no llueve pero ha comenzado a salir de ti. En algún otro momento te sentirías al borde del pánico al ver cómo tus dedos descalzos se van convirtiendo en agua y luego tus piernas, pero sigues tu paso por que la saturación es tan placentera que no concibes diferencia entre el agua y tu ser, te entregas a esa sensación de no estar limitado por las paredes de un cuerpo y disfrutas las caricias que el agua te va haciendo en la piel, como suaves lenguetazos, como si te lamiera para sí, sonríes...

Un atronador relámpago cruza el cielo y la chuva empieza a caer como si el cielo mismo estuviera desplomándose. Te busco, pues te he perdido en el momento que el trueno me ha hecho voltear a ver el cielo, pero tu ya no estás.
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