viernes, febrero 19, 2016


"Ella parece que camina, pero en realidad esta suspendida en un tiempo de atrás,
un tiempo que dejó huella en su soledad."
 
Laberinto no. 2


Miro hacia abajo y veo mi falda blanca atorada con una letra enraizada, que crece junto a la hiedra de las paredes. Es una "M" cubierta de tierra, con sus bordes filosos que se agarran a mi ropa. Atrás estas tú, jalando el hilo rojo y pidiéndome que siga.

Al hacerlo te das cuenta que es rojo por que está sangrante y tus dedos enrojecidos sueltan en hilo y leen el reverso del papel que te he enviado:


                             Veo una mancha roja flotar en contraste con el aluminio del cómodo.
                             No se mezcla con la orina y su consistencia no es líquida, más
                             bien flota, como si danzara ligera.
                                                                                                                                      Y así,

                                                                                                 la vida se fue.
 
Te levantas y tomas un puñado de tierra que restriegas en tus dedos. Mientras yo zafo mi vestido de entre los arbustos de letras. No tienes miedo, sabes que la sangre es apenas un rasgo superficial en ésta historia. Sabes que puedes continuar y ahora la música es otra (escucha el archivo adjunto). Se escucha al final del pasillo y la sigues. Llegas al fondo y tienes que saber si tomas el camino a la derecha o la izquierda. No dudas, tomas el de la izquierda la música te guía. Das sólo unos cuantos pasos antes de encontrar una página en el suelo. La levantas y miras los bordes mordidos, el papel amarillento.
Lees una inscripción sobre la hoja: "Gotas de agua sobre la mar", mecanografiado desde otro tiempo: el de la soledad que al oído me contó esta historia. Sabes que completa, esta contenida en esa página, me entiendes sin tener que leer todo el texto. Sabes ahora que puedes acceder a mi dolor, tocarlo en 87 páginas. Doblas el folio y lo guardas en el bolsillo de tu pantalón gris. Notas el artilugio del laberinto por primera vez: no tienes una edad. Tocas con las yemas de tus dedos la piel de tus piernas adolescentes aunque no has olvidado todo lo que has aprendido en estos años y te sabes Santo y sabio.  Escuchas el sonido pueril de mis pasos, del otro lado de la pared y el artilugio cobra sentido. Te acercas a la pared, buscando un hueco y lo encuentras. Posas las palmas de tus manos  y miras atravesando por fin el muro. Encuentras mi ojo mirándote de vuelta y me sonríes pero yo no puedo verlo aún. Y te sonrío pero tu no puedes verlo aún.
Me echo a correr, guiándote al final del pasillo. La música ha cesado y en ésta parte que sigue del laberinto seguirás sin escucharme. Pero tú sabes más, sabes que la soledad es compañera y no le temes. Antes de que te vayas te grito con mi voz de mujer: Se llamaba Mathilda, era una niña. Y la amaba con todo lo que he sido y con lo que seré. Encuentras otro papel en el piso y lees:
"Era una piedra y ahora hay mil pedazos regados por doquier. ¿Qué es más Camembert? Me pregunta Lechuga (mi psicólogo) ¿Una sola roca? Imagina la más grande, la más monumental, incluso si no fuera monolítica y se encontrara sobre la montaña más alta del mundo. Trae a tu mente la imagen del Everest y piensa, por un momento que esa es la roca más grande del mundo. ¿Qué es más Camembert, la roca más grande del mundo o toda la arena del mar?"
 
Adelante una nueva bifurcación. Elige tu el camino de entre las posibilidades: ¿el de la arena con olor a mar? ¿o el de cemento, el de la urbe?
 

martes, febrero 16, 2016

Cartas al Santo

Laberinto no. 1

¿Puedes oler la humedad? Las baldosas están cubiertas de musgo, pero sólo en las orillas. Su color gris se mantiene en el centro, su olor te llega desde abajo, como si una nube te cubriera, vaporosa. Escuchas al fondo una risita cómplice de la sirena que juega contigo a encontrarse en el laberinto. Te deja escucharle y tu sigues el sonido de sus pasos.

Caminemos, Santo.

¿Cómo se toman las decisiones en la vida? Viajaba tanto y la soledad me mordía los talones en todos los cuartos de hotel. Hay algo ¿cierto? algo sensual en sus paredes, en la alfombra que toca tus pies desnudos. Aunque uno se hospede solo, aunque pases la noche entre sábanas solitarias, como tu. Un día un gerente me presionó tanto para ir a Europa y pasarme ahí semanas, semanas lejos de mi... escribí en el espejo: "Haz lo que te haga feliz"... Y lo leí durante todo lo que duró la conferencia con ese gerente Finlandés.

Y entonces decidí que debía dejar mi trabajo y buscar esa idea tan clara que tenía en la mente de lo que yo quería: una familia.

A lo lejos me ves pasar, Santo, un vestido blanco ondeando al viento. he pasado corriendo y la estela del blanco hace contraste contra las paredes verdes del laberinto. Hierba, árboles, piedras formando muros  y un vestido blanco en movimiento.

Te parecerá irrisorio, pero me metí a una aplicación para conocer gente por internet. Lo hice, según yo, para practicar el salir en citas, conocer gente, volver a esas "andadas". La tercera vez dije, ¡basta! esto no es para mí, la última y nos vamos... ahí lo conocí. Una persona con un plan como el mío, al que la soledad también le había mordido el corazón. Lo amé, con toda la fuerza de mi voluntad.  Todo lo que siguió fue demasiado rápido: el bebe, la boda, la pérdida...

Escuchas mi voz cantándote al otro lado de la pared. He puesto una melodía y la escuchas por encima del pasillo que ahora recorres (escucha el archivo adjunto). No es una melodía triste, aunque ahora sabes que mi corazón se rompió en mil pedazos. No fuimos lo suficientemente fuertes para enfrentar los añicos de la ilusión que fue nuestro bebé. No pudimos, y luego de la pérdida, nos perdimos a nosotros mismos y luego la ilusión de la familia que creíamos tener...

Aún escuchas la canción que flota por encima del laberinto. Y percibes mi olor detrás de la pared, Santo. Sabes que huele a encerrado, a vacío, pero puedes sentir el halo de esperanza en la canción y te das cuenta que aún no me he ido, que te escribo desde aquí y que te tiro un pequeño hilo rojo por un hueco de la pared con una pequeña nota "¿quieres seguir caminando por entre mi laberinto?

Abrazos, con un muro entre nosotros,
Mary

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