jueves, abril 30, 2009

Caricia de medio día.

Un revoloteo extraño de plátano macho con crema y azúcar dibuja arabezcos en el aire. Tu estas sentado en tu computadora y tus ojos ni miran hacia dentro ni miran hacia afuera, se quedaron perdidos en un punto intermedio donde los recuerdos se estallan en burbujas de jabón y se escurren en gotas que -a la luz- dibujan arcoiris jabonosos. En el aire hay una mezcla extraña impregnada de ese olor de plátano renegrido y dulce que sabe a Colombia y que se mezcla con los colores de otros tiempos que se recuerdan tristes en los sueños que no nos dejan dormir. Sigues frente a la computadora con esa mirada perdida que camina por las calles de un país nunca transitado para tus pies, y que se debaten entre los recuerdos y los pasos dados en una nueva ciudad. Lees las letras de crema y azúcar que espolvoreo sobre los plátanos fritos, detienes el tiempo y ves como cada grano cae de mis manos para recostarse suavemente en la crema y endulzar su blancura.... contienes el agua que nace en tu boca y te pierdes de nuevo, pero ésta vez pensando en la sensación del azúcar que se derrite de apoco y acaricia con su dulzura la espalda de los plátanos... ya no te importa seguir caminando por esa nueva vereda y tus ojos tocan todo lo nuevo que ves y lo haces tuyo dándole un nuevo espacio dentro de tus recuerdos... Cuando dejas ese atisbo que te conectó entre azúcar y crema, entre colinas renegridas y miel, te vuelves a la realidad, pero hay algo diferente, te vuelves con el dejo dulce en la boca y con el prisma de colores permanente llenando tu vista.
Para Carlos.
Deja que te caiga
azúcar
espolvoreada
y camina por
una vereda nueva.
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