martes, febrero 16, 2016

Cartas al Santo

Laberinto no. 1

¿Puedes oler la humedad? Las baldosas están cubiertas de musgo, pero sólo en las orillas. Su color gris se mantiene en el centro, su olor te llega desde abajo, como si una nube te cubriera, vaporosa. Escuchas al fondo una risita cómplice de la sirena que juega contigo a encontrarse en el laberinto. Te deja escucharle y tu sigues el sonido de sus pasos.

Caminemos, Santo.

¿Cómo se toman las decisiones en la vida? Viajaba tanto y la soledad me mordía los talones en todos los cuartos de hotel. Hay algo ¿cierto? algo sensual en sus paredes, en la alfombra que toca tus pies desnudos. Aunque uno se hospede solo, aunque pases la noche entre sábanas solitarias, como tu. Un día un gerente me presionó tanto para ir a Europa y pasarme ahí semanas, semanas lejos de mi... escribí en el espejo: "Haz lo que te haga feliz"... Y lo leí durante todo lo que duró la conferencia con ese gerente Finlandés.

Y entonces decidí que debía dejar mi trabajo y buscar esa idea tan clara que tenía en la mente de lo que yo quería: una familia.

A lo lejos me ves pasar, Santo, un vestido blanco ondeando al viento. he pasado corriendo y la estela del blanco hace contraste contra las paredes verdes del laberinto. Hierba, árboles, piedras formando muros  y un vestido blanco en movimiento.

Te parecerá irrisorio, pero me metí a una aplicación para conocer gente por internet. Lo hice, según yo, para practicar el salir en citas, conocer gente, volver a esas "andadas". La tercera vez dije, ¡basta! esto no es para mí, la última y nos vamos... ahí lo conocí. Una persona con un plan como el mío, al que la soledad también le había mordido el corazón. Lo amé, con toda la fuerza de mi voluntad.  Todo lo que siguió fue demasiado rápido: el bebe, la boda, la pérdida...

Escuchas mi voz cantándote al otro lado de la pared. He puesto una melodía y la escuchas por encima del pasillo que ahora recorres (escucha el archivo adjunto). No es una melodía triste, aunque ahora sabes que mi corazón se rompió en mil pedazos. No fuimos lo suficientemente fuertes para enfrentar los añicos de la ilusión que fue nuestro bebé. No pudimos, y luego de la pérdida, nos perdimos a nosotros mismos y luego la ilusión de la familia que creíamos tener...

Aún escuchas la canción que flota por encima del laberinto. Y percibes mi olor detrás de la pared, Santo. Sabes que huele a encerrado, a vacío, pero puedes sentir el halo de esperanza en la canción y te das cuenta que aún no me he ido, que te escribo desde aquí y que te tiro un pequeño hilo rojo por un hueco de la pared con una pequeña nota "¿quieres seguir caminando por entre mi laberinto?

Abrazos, con un muro entre nosotros,
Mary

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