Metiste -suavemente- tus dedos en mis heridas.
Ni siquiera lo vi venir, pero de pronto el agua lo cubría todo, otra vez.
Suspendida en medio de la inundación las cosas flotaban o caían al fondo. Todo estaba revuelto. Todo eso que antes parecía ordenado, con tarjetas de inventario y descripción detallada del ítem.
El agua deshacía el papel, todo el trabajo hecho parecía perdido. El infierno volvía, una vez más en forma de agua destrozándolo todo.
No escuchaba nada. Mi cuerpo doliente apenas podía voltear hacia las luces de la calle que titilaban en las luminarias de postes desvencijados. Algunas se apagaban de pronto, haciendo la inundación aún más oscura.
La calle desbordaba agua, apenas contendida entre crujir de muros, de ventanas. El ruido se transportaba en un eco ensordecido a través de la humedad.
Ya no había un final y ese nuevo río se extendía al infinito. Las casas ya no estaban habitadas, los perros callaban, los niños habían desaparecido. La pintura de las fachadas de las casas se desgajaba y las escamas agregaban oscuridad al agua revuelta.
Veía la bacinica de Diógenes cayendo a mi izquierda, la mesa del comedor con el vidrio roto, los libros flotando en todas direcciones, cayendo, subiendo, agitados por el movimiento del agua
¿Cómo habían llegado todos mis objetos íntimos a éste lugar?
Mis zapatos yacían entre las llantas de carros que se oxidan. En el fondo mis collares desperdigados entre el asfalto. Yo floto dando vueltas y observándolo todo con desesperación.
Estabas ahí. Eras la única presencia dentro del caos que se enunciaba desde tu boca, pero el agua no había salido de ti.
Surgió de esa misma presa que se rompía anteriormente. Una vez más el agua aparecía sin aviso y con una inmediatez arrasadora.
Sin embargo tu no estabas mojado.
¿Yo?
anegada
Ensordecida
Rota
Llevas uma semilla en la mano. Brilla entre la bruma del encharcamiento.
Mueves tus brazos para tratar de llegar a mí. Las sombras se esparcen con tus movimientos y los fantasmas siguen apareciendo entre mis ojos y el lugar donde te encuentras.
La luz trasluce entre las sombras y finalmente encuentras mi mirada. Siento una fuerza en mi mano y finalmente encuentro que la tuya me sujeta.
Enseguecida, distingo tu silueta, pero no tus razgos y el movimiento de mi cuerpo a la deriva, para.
No puedo verte del todo, y aunque escucho los ecos de tu voz, no distingo las palabras, apenas gemidos entre el agua.
Tu brazo firme nos conecta. Tu mano seca repele el agua justo entre los dedos donde me sostienes. El
agua se aleja en gotas movidas por un aire que emana de ti.
Nada se ha secado aún.
Pero el movimiento de las cosas desperdigadas por fin se ha detenido. Las reconozco una a una, por que son todas parte de mi vida. Sé, que han poblado esos vericuetos de éste río de claroscuros... mi mirada se pierde entre los colores desgastados de las cosas.
Tu mano me jala nuevamente hacía a ti y esta vez, mis ojos logran verte. tu aire transforma en gotas el agua que cubre mis ojos y se detiene en breves lágrimas entre mis pestañas.
Nada se ha secado, pero me muestras que hay un nuevo camino que se abre detrás de tus hombros y que atisbo entre los destellos de colores en los que se deshacen las gotas de sal.
El infierno destroza sus propias llamas, deshaciendo los archivos en los que se habían acomodado las cicatrices. Hoy no arden, hoy se anegan.
Tu aire mueve el río y empuja cosas viejas y oxidadas.
Nada se ha secado, pero las yemas de los dedos que te tocan sí, esas están secas ya y entre los dedos, hay una semilla de luz.