jueves, junio 14, 2012

Desde la pared me mira, mítica.
Me acerco a verla y siento por un instante que me veo a mi misma. Tomo la fotografía y observo en la pared y en el cristal los dibujos que salen de los libros.
-Si, soy yo-, me convenzo y la pongo de fondo de pantalla para seguirla viendo y cada vez que estoy a punto de usar mi teléfono para tomar una fotografía nueva me devuelve la mirada.
Hay algo que me molesta, pero no atino a saber qué es.
La miro todas las veces y escudriño si son los labios o los ojos. Definitivamente hay algo de mi en ella, pero no sé que es. Definitivamente hay algo que me molesta y me arrepiento de tenerla ahí mirándome todo el tiempo.
Luego mi mente repasa por las noches la imágen y sueña con sus pequeñas historias. Luego se obsesiona un poco pensando en qué será eso que se me clava dentro cuando la veo. Sueño con Odiseo y viajo a la isla de Ogigia, me encuentro a Calipso y soy Calipso y luego soy Sirena y le canto al oído a Odiseo atado en la barca. Luego la barca pasa por Pompei, medio naufraga y medio sigue y finalmente toma el rumbo hacia Ítaca, en ese Veracruz pegajoso de sal de mar.
Luego me despierto otra vez sabiendo que he encontrado la respuesta en algún rincón de ese sueño, probablemente en la espuma, probablemente me lo dijo el mar:
Su mirada me penetra desde un lugar sin fantasía, más bien real.
Ella definitivamente no soy yo. Esa que me mira desde el todas mis historias, desde todas mils letras y todos misueños, ella, es la otra mujer.
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