viernes, octubre 28, 2011

Grafito

Siguiendo el hilo conductor de mis ideas, dibujo en la pared un hilo que cuelga como un cable, de un poste.
Lo sigo dibujando y decido que ahora necesito despegar los pies de la tierra y volar. Quiero ver las cosas desde lo alto y cobrarles perspectiva. Dibujo una pequeña libélula entonces y con el cable del poste le induzco energía eléctrica y la libélula, cual narración de Mary Shelley, cobra vida ajustándose a mi tamaño para poder volar. Cobramos altura y entonces yo dibujo, con mi lápiz, casas pequeñitas bajo nosotros y nubes grandísimas a nuestra altura. La libélula aletea y su vibrar alarga las nubes y cirrus maravillosos se dibujan en el cielo.
Aún todo esta en blanco y negro pero los olores no dependen de mi lápiz, por lo que la humedad del cielo llena la hoja, dibujo pasto debajo, cerca de las casas pequeñas y entonces noto la necesidad también de flores amarillas, aunque ahora sólo sean blancas ¿por qué las flores para Márquez siempre eran amarillas? Cómo dibujar aquí el jardín de Amaranta, la ceguera de Úrsula....
Por eso es que las palabras aderezan y dan vida... el vuelo entonces se llena de nostalgia y las nubes en el cielo, de tanto recuerdo y tanta acumulación, comienzan a llover. Y en vez de gotas llueven letras y se hacen charcos de tinta por el piso y en algunos lugares se escurren las palabras que se han formado y a duras penas las puedo leer y me doy cuenta de que pronto ha de ser tanta el agua que le llegará a mi libélula y ésta ha dejar de volar, al menos por hoy, y le pido que me deje en el piso y que se disuelva entre letras y agua y grafito hecho tinta y palabras a media lectura, a media escritura...
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