lunes, agosto 29, 2011

Tengo los dedos un poco acartonados, se me han torcido, como troncos doblados en coyunturas, apenas puedo apretar las teclas sin sentir dolor. Tienen, entre los nudos, letras atoradas que no han sabido decirse ni tampoco han podido escribirse. El silencio se ha detenido entre venas y palabras, se han infectado las frases y las dolencias se han extendido a los brazos. Primero se fue llenando el fluir de la sangre con frases perdidas que no tenía razón decir. Luego se saturaron los bordes y la sangre se empezó a detener. Toda esa acumulación de cosas no dichas que fueron deteniendo la vida, esperando algo que en otras manos no fluyó, esperando letras que, lejos de articularse en palabras, ni siquiera se esbozaron ni en sangre, ni en pensamiento... Se pudrieron los reclamos por que de haberse dicho habrían vuelto en forma de silencio. Finalmente la muerte esta llegando, pero en forma lenta, sin la devastadora fuerza del mutismo, que de tajo arranca vida, quedando letras dispersas en el piso, sin poder -de cualquier manera- hilvanar palabras.
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