martes, diciembre 22, 2009

Las gotas del aliento se cristalizaron y miles de destellos salieron de ellas al chocar contra el suelo... El aliento se condensaba en tu piel, el vaho de tu respiración chocaba contra mi cuerpo desnudo en medio de la noche. Hadas verdes salieron de entre las plantas y el poco verde que quedaba en el invierno voló con ellas. Una se posó en tu hombro y te susurró al oído que me dijeras las cosas que transformaste con tu voz; me sostenías en vilo y mi cabello se agitaba al viento gélido, mis oídos permanecían a la escucha y mis comisuras querían llenarse ya de ti. Letras doradas salieron en forma de palabras y fueron acariciando mi cuerpo con sus bordes de luz. La erre jugueteaba en mi cuello y la o se colocaba en mi ombligo, tus dedos le peleaban el espacio. Tus ojos clavados en los míos. ¿Dónde estabas fortuna, que veniste a sacarme de la cama una noche de invierno, que veniste a convertir tu respiración en cristales y dibujaste fuentes de colores en mi espalda? ¿Dónde ahora las letras que doradas posan en el suelo de un callejón, al final de una calle, de una ciudad cualquiera?
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