martes, octubre 20, 2009

Nashville, TN.

-Cuéntame- Me pediste.
¿Contarte qué? me pregunté a mi, ¿contarte cómo?
La música era suave desde afuera, no podrías adivinar qué era lo que había adentro, era como abrir una caja de pandora... pero entraste. Encontraste una pequeña banda tocando, lo que más te hizo cosquillas en la panza era el slide, se metía por todos tus recovecos y se salía en forma de sonrisa. Ordenaste una blue moon, simplemente por que te gusta el regusto de naranja que deja en tu boca. Tenías sólo 45 minutos antes de que saliera tu autobús, pero igual pediste una hamburguesa para hacer de desayuno con tu cerveza.
El grupo parecía como salido del pasado, hasta las bromas que arrojában al público venían como de otro tiempo y les pasaban desapercibidas a los presentes. Sólo un par de viejos contestaban a la banda. Ellos decidieron cambiar el ritmo y los viejos pararse a bailar, fue como si se hubiera abierto una puerta en el tiempo y una brisa lejana hubiera entrado por ella, por un momento los viejos no eran viejos y nosotros no existíamos.
El ir y venir del tiempo estaba marcado por los compases, los viejos se sentaron y entre el silencio de las propinas, todo volvía a la normalidad.
Los compases de sleepwalker comenzaron a sonar, era un regalo para ti y lo sabías. Dejaste que la música te inundara más que meterse en ti era como si tu te hubieras sumergido en ella, como si ese slide estuviera cubríendote los oídos y llenándote el alma. Sabías que esta música cruzaría el tiempo y las distancias necesarias, sabías que compartirle tu alma no era necesario por que esa era habitación suya también. El tiempo se detuvo, pero esta vez para otras dos personas, tal vez sólo para ti y la sonrisa la fuiste dejando detrás tuyo una estela de notas musicales que viajarían hasta llegarle a él.
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