adamall ut
Luego pasé a repasar tu cuello cubierto del polen amarillo de los huizaches en flor y olí cómo penetraba en tus poros y se hacía un aroma en ti.
Posé mis dedos en tus cejas y las despeiné llevándoles la contraria , dibujé el musgo de la sierra en ellas, para que la humedad del rocío de la mañana aclare tu vista y la cubra de transparencias.
Tu voz se tornaba cada vez más suave pues sentías las caricias de tus propias vibraciones que se colaban en reverberación en las comisuras de las sirenas.
Permanecías inherme, con las espinas ocultas tras la piel de biznaga y te dejabas tocar, como se dejan tocar las plantas bajo el sol, con los ojos cerrados, perdiendote en el vaivén de tu propia voz contra el agua, rozando con las yemas de los dedos las pequeñas burbujas, rompiéndolas, acompasando con su murmullo tus palabras.
El aire estaba ya impregnado de mar un poco antes de terminar la llamada. No había conciencia en ti de las palabras que salían de tu boca, pero salían como si la tuvieran y te dabas cuenta que la magia iba a terminar como si fueras a romper una pompa de jabón.
Olisqueaste el aire y lo acariciaste dentro de ti, cerraste los ojos y viste tu propia cara cubierta de caricias, de vida... y sin querer, pronunciaste un adiós, lo alargaste con tus notas submarinas diciendo -buenas noches- y rozaste por última vez en ésta noche la piel morena de las sirenas del nuevo mundo, besaste por última vez el aroma dulzón de las flores amarillas y, aún con los ojos cerrados, rompiste las últimas burbujas de la espuma del mar.
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