martes, julio 19, 2011

Los Bravo no. 215

-Disculpe, ¿sabe dónde queda la calle General Francisco Naranjos?

-mmm no, la verdad es que no creo que sea por aquí, estas ahorita en la calle de Xicotencatl con López Rayón.

-Si, ya lo sé, lo que pasa es que estoy buscando la calle Francisco Naranjos por que según mi mapa es perpendicular a Xicotencatl-

-A ver...Se me hace que estás un poco perdida, a ver oríllate que traes cola- Dicho esto, la sirena se orilló para recibir las instrucciones.

-No, se me hace que tu mapa esta mal por que, mira, ésta calle León García, queda por allá por la Himno Nacional-

-¡Caracoles! si, creo que vi el nombre de esa calle allá atrás...-

-¿A dónde vas?- Preguntó la señorita de los parquímetros.

-A los Bravo 215, a Neuróticos Anónimos.

La pobre sirena estaba perdida, como siempre. Verdaderamente no encontrar la oficina estaba incrementando exponencialemente su neurosis. Empezó a tener un tic en el ojo izquierdo.

La señorita de los parquímetros le vió la cara de preocupación y se ofreció a llamar a un policía. Marcó en su celular y le dijo:

-Anaya, ¿sabes dónde queda la calle de los Bravo?

-Si Anaya, los Bravo... mmm no me digas, ¿entonces se llama ahora los Anaya? y entonces cómo llego? ah Ok, entonces tengo que irme regresando por Himno Nacional, ¿si? ok ok. Si Anaya, yo también te quiero, te veo más tarde, si amor, yo también te extraño- Sonrisas bobas de la parquimetrísta, la sirena esperando impaciente en su caballo blanco.

-Señorita- dijo la Parquimetrista -Ya no se llama los Bravo, se llama los Anaya y, en efecto, su mapa está mal, la calle que busca es por allá por la Himno Nacional. -Ok Señorita, muy amable. Déjeme doy vuelta y sigo buscando-.

La sirena iba a avisarle a su amiga que -era oficial- estaban perdidas. Daba dos pasos y el ojo le brincaba tres veces. Le comunicó a su amiga que estában perdidas pero que seguirían buscando y regresó a su caballo blanco. Ya para subirse al caballo blanco, la parquimetrista, que no se había ido, la agarró por el brazo y tocó el timbre de una casa.

La sirena se sorprendió por la tenasidad de la parquimetrista. Como si estuvieran esperando a que alguien tocara, de adentro salieron tres personas: Un viejo, una señora ya entrada en años y un muchacho, con un piercing en la ceja. La sirena pensó que seguro la parquimetrista ya los conocía y por eso venían los tres a saludarla, pero su idea se esfumó cuando ésta le preguntó al viejo:

-Señor, ¿usted vive aquí? Pregunta estúpida.

-Si, vivo aquí, ¿dígame? pues es que estamos buscando una calle, General Naranjos, no sé si la conoce- Dijo la parquimetrista con toda la confianza entrando como Juan por su casa, prendió un cigarrillo.

-mmm no, conozco una calle llamada Naranjos, es por donde vive tu tía ¿no es así mujer?-

-Si, ahí vive mi tía Adela, pero esa queda por allá por la Himno Nacional- Dicho esto, la mujer entrada en años tomó el mapa de la sirena y se calzó los lentes para verlo. -Naranjos, naranjos... mmm no, es por la Himno Nacional, aquí no es, ¿qué colonia busca? es más, por qué no trae usted un mapa- le dijo a la parquimetrista- usted debería traer un mapa, ¿qué no lo que hace es andar por las calles viendo los parquímetros? ¿cómo puede ser que no traiga un mapa? bueno, ahí háganse bolas- Y la señora entrada en años se metió a su casa.

-El muchacho tomó el mapa que le dió la señora grande y lo vió. No, por aquí no es, pero tampoco es por la Himno.... en fin, esta perdida sirena- Y se metió a su casa.

A la pobre sirena ya se le habían empezado a menear ambos ojos.

-Ay señorita, que pena, pero no la pudimos ayudar. Si la calle que busca fuera Naranjos y no general Naranjos... ¡Pero que le vaya muy bien!

El señor avanzaba hacia la sirena y la sirena retrocedía hacia su caballo blanco. Se subió rápido intimidada por ese señor que caminaba hacia ella. Se fue cabalgando a recoger a su amiga y decidieron buscar la calle allá, por la Himno. Después de una hora, de emparejar sus caballos, de preguntar dónde quedaba la 2da. Nte., la General Francisco Naranjos, la Naranjos, la Bravo, Los Anaya, de brincar ambos ojos, ora uno nomás, decidieron buscar a otros neuróticos otro día, cuando hubieran encontrado un buen mapa. De lo que no se dieron cuenta es que traían la merita sesión dentro, no tenían que encontrar ninguna calle. Bravo.

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