miércoles, octubre 22, 2008

Estampa

El pasto esta húmedo y desprende un vaho combinando humedad y su necedad de exhalar calor en medio del frío que hace ésta manañana. Alicia descalza sus pies con toda la resistencia que se puede permitir al límite de tener que hacerlo por su terapia de asma. Está cubierta hasta las narices y una ridícula bufanda de cuadritos da vuelta por sus mejillas y pende de su cuello. Esta completamente abrigada y al descalzarse contrasta el tamaño de sus blancos pies, con el resto de su cuerpo que por tanto abrigo apetece gigantesco para esos pequeños sostenes. Sacude las perlas de rocío que quedaron en su ropa después de levantarse y empieza a caminar por el pasto húmedo odiando lo suficiente al doctor como para borrar su sonrisa y dejar a cambio un mohín tieso en las dos líneas que tiene por labios. Su caminata es lenta, parsimoniosa, va meciendo su pequeño cuerpecito con un vaivén de caderas imperceptible sobre los mil abrigos que se echó encima, va meciendo en su pensamiento las olas como si tratara de imitarlas con andar, como si tratara de alcanzarlas con la mirada. Trata de no concentrarse en el frío del suelo, de olvidar la humedad del pasto que le atiborra de piquetes su delgada piel y le agolpa la sangre, asomándose morada y rojiza, tiesa, inmóvil.
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