miércoles, julio 18, 2012

La casa esta silente, sólo se escucha el ruido del refrigerador que la Sirena siempre identificó con el ruido del silencio por que de niña pensaba que así sonaba cuando el ruido de sus cuatro hermanos y del trajín interminable de su mamá hacían tregua y se callaban.

A la distancia se encuentra una señora de edad, leyendo un libro de transcurre en la segunda guerra mundial, su risita satisfecha de su lectura suena a veces rompiendo el silencio. Afuera se dibujan -verdes- los contornos de muchas plantas y muchos árboles y se escuchan los pájaros, de esos a los que Daniel quería arrancarles el pescuezo por que parecían detener el tiempo.

Los pensamientos parecen materializarse en el aire, la Sirena alcanza uno con su mano y se lo pone a ver, como si pudiera leerle las letras y las historias. Les agrega colores y sonidos y entreteje todos aquellos que se quedaron flotando en el aire cuando terminó de leer a la Mastretta. Abre la ventana rodando en la silla de ruedas Mustang que le prestó su hermana y el viento revuelve una a una las líneas que se han quedado pendientes de escribir y les imprime ese aire de vuelo que a veces hace que las palabras no caigan sobre el papel, pero se pierdan en el aire, en el bajo fondo de ese baúl que a veces es la memoria y que en ocasiones uno trastoca, sin ver, para encontrarse con los recuerdos que en realidad no pasaron como quedaron escritos ahí.
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Mexico License.