Sirena Volando
“Dame sólo un beso que me alcance hasta morir, como un vicio
que me duele, quiero mirarte a los ojos"
Cierro los ojos y encuentro en las aristas de tu silencio
restos de magia que se ha perdido cuando te he pedido aférrándome a no pedir.
Pero ¿qué podía hacer? Si no quería dejar de verte, si no
quería dejar de sentir crecer espigas en mi piel cuando tus dedos recorrían sus contornos. Qué hago ahora si al sentir éste silencio mis ojos cierran más y no
puedo ver sino los bordes afilados de tu cara, las cejas repletas, el blanco de
tu piel que en meses no ha visto el sol.
Hay besos que se niegan y que no han de ser nunca, que se
mueren en las aras de su nacimiento y –paradójicamente- yo escucho en el cielo bésame
mucho que, cual perro de Pavlov, me
hace babear en un asiento de primera clase. Sirena del cielo. Varada en una
mirada, en una caricia que fluye bajo mi mano resbalando como agua, que se
cuela entre sábanas y te recorre esa cara en la que estoy detenida en tiempo,
entre nubes, entre la espuma del mar que ahora sube y me toca la frente y
humedece mis labios…
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