El sol se colaba por las ventanas de persiana, como queriéndose meter por los huecos que se habían quedado a medio abrir cuando Camembert había querido cerrarlas.
Tocó suavemente su cara aunciándole que había llegado la mañana y ella sintió el suave roce del frío de afuera sobre su piel, sin que le calara, sin que tuviera que recoger el edredón que la noche había dejado a sus pies...
Era una mañana en Veracruz, donde no existía Enrique Valle, donde podía respirar su vida tranquilamente desde su cama y sentir que aún vivía, que aún tenía mucho que aprender y crecer....
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