sábado, octubre 14, 2006

Todo empezó con la tonalidad de una aventura fugaz (la que deja la luz al pasar: primero amarilla para después tornarse azul) Te dejaste llevar por mi mano de mujer con ideas fuera de lugar en una tierra de indios. Me tomaste de la mano y me llevaste a tu escondite. No dijiste que dormías en un catre en el pasillo, ni tampoco que tu casa estaría llena de gente ajena, bueno, más bien, que los ajenos seríamos nosotros. Te perdiste en tus deseos de hombre pensando en que eras tú quien me había llevado ahí, sin darte cuenta que fui yo quien colocó mi mano como al descuido en su camino. Te perdiste con tus caricias desatinadas y tus resoplos detrás de mi hombro, sin darte cuenta de que yo en realidad no estaba ahí, que yo me había ido y sólo besabas la luz al final de tu escalera y después solo a la estela que te dejaba en los ojos, entre amarillo y azul, entre el moho de la ventana.
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