viernes, enero 25, 2008

No había letras nuevas ni brillantes, sólo las viejas, gastadas y llenas de pátina del tiempo, de los años, de los meses en que han sido relegadas, olvidadas... Quería escoger aquellas que mejor pudieran adherirse a las tintas o las tintas a ellas y colocar la estampa en el papel, aquellas que dijeran tu nombre completo sin letras comidas por las polillas o con pedazos faltantes digeridas por un chapulín. Tocaba suavemente sus bordes con las yemas de los dedos como queriendo adivinar lo que sus líneas quirománticas podían decirle acerca de lo que un día iban a imprimir, las acariciaba cuando parecía que iban a escribir cuentos, cuando escribirían historias de amor; las soltaba de inmediato y con miedo cuando las líneas le confesaban que las historias a desvelarse eran de terror... ellas me susurraban su historia, también tu historia escrita con las letras de tu nombre, como un acróstico, como las casillas verticales y horizontales de un crucigrama que no ha terminado de ser decifrado, como encrucijados laberintos en cuyos pasillos arbolados caminas, recogiendo pedacitos de roca enmohecida y húmeda y te reconoces en ellas y te acaricias en ellas y cierras los ojos y sientes en tu nuca el soplo del aliento del minotauro que recorre tus pasos, que se detiene en tus descansos y te huele de cerca cuando cierras los ojos.... Toco los bordes de las letras y cuando la historia me coloca detrás de ti, también las huelo y me llevo el aliento del minotauro y el hálito de tu perfume para plasmar toda la historia un papel que hable de ti...
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