Hacía frío.
Mas frío de lo común.
Había llovido en la madrugada
y los charcos se colocaban en el camino justo en frente de mi andar
y ya me habían empapado.
Te estaba esperando en ese lugar.
No podía sentarme, la banca estaba mojada,
impasible,
dura e indolente al paso del tiempo
a las horas que yo esperaba.
Ella había esperado más tiempo que yo.
Y continuaba haciéndolo.
Sin importarle mis horas de espera.
Sin sentir frío en la mañana fría.
Tal vez esperaba el sol para secarse.
Tal vez lo esperaba así,
sin inmutarse,
sin verme,
sin sentir mi presencia caliente
sobre su asiento húmedo y
enmohecido...
Yo,
sólo esperaba.
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