lunes, septiembre 25, 2006

Te encontré en una feria, mmm bueno, más bien eran un par de puestos donde vendían dulces, y éste donde podíamos disparar a brujas montadas en sus escobas y también a tecolotes, como para evitar que su temido canto caiga sobre nosotros. En realidad no se si te encontré o me encontraste pero ahí estabas tu, burlándote de cómo tiraba y de que sólo le atinaba a las imágenes de laca en la pared, y tú, riendo por lo bajo, y frunciendo la boca para ocultar tu risa y tirándome miradas furtivas con un sentimiento entre compasivo y dicíéndome que bien podrías ayudarme a tirar, pero sin atreverte a dar un paso y sin atreverte tampoco a dejar escapar tu risa al viento... Al principio me dió coraje verte controlando los espasmos de risa con movimientos absurdos de tu cuerpo y tos fingida, pero al llegar al decimoquinto disparo sin atinarle a ningúna bruja o ave, empecé a reirme también de mi misma y pensé que los 45 pesos que pagué por tirarle a la pared de lámina, bien me habían servido también para interrogar a aquél que disimulaba su risa. Y fue por esto último, que te pregunté que, ¿de qué te reias? y tu me contestaste que te reías por lo mucho que me esmeraba en pegarle tiros a las brujas y que las mujeres no deberían balear a las brujas, por que éramos de la misma calaña... La verdad me pareció tonto el origen de tu risa (o tal vez volviera mi sentimiento de coraje del principio) y decidí mejor dejar de jugar y encontrar mejores horizontes en el puesto de al lado. Encontré una brujita de cholocate, la pagué y me la empecé a comer. Empecé por morderle la cabeza esperando que me enseñara algún hechizo, para echartelo encima y que dejaras tus absurdos movimientos de risa contenida.
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Mexico License.